El precio de la corrupción
Por: Cristiana Guevara-Mena
La corrupción es una enfermedad social que desde hace muchos años desgasta a Nicaragua. Por lo tanto, es de suponer que el pueblo está harto de tanta corrupción generalizada. Líderes de derecha o de izquierda que han estado de turno en el poder no han hecho más que enriquecerse, olvidarse del pueblo y las promesas hechas en período de elecciones. Esto provoca la destrucción del país al punto que es difícil creer que Nicaragua resurja de las cenizas.
De lo que no nos hemos percibido por estar ocupados es que toda esta corrupción tiene su precio. Esta parte irónicamente buena pero peligrosa de la corrupción genera un estado de resentimiento profundo y enojo del pueblo causado por su miseria, estrangulamiento económico y las continuas promesas sin cumplir de los gobiernos. A tal punto que habrá un momento en el que este sentimiento sea inaguantable y se revelará contra todo lo hecho y contra todos los culpables.
Ha existido una complicidad del Gobierno con sectores de la empresa privada, que sin considerar la responsabilidad social que tienen, han demostrado importarles más el engorde de sus cuentas bancarias que el beneficio de la nación de donde procede su dinero. Han apostado a favor de un gobierno que les beneficie por encima de los derechos ciudadanos y las necesidades de las grandes mayorías.
Un ejemplo evidente: en Nicaragua se importa el combustible a precio privilegiado, como nos lo despacha Venezuela, y se vende a los ciudadanos a precio de mercado internacional. Este se derrocha con árboles de Navidad encendidos todos los días del año. Mientras tanto, los ciudadanos reciben facturas alteradas por un pésimo servicio y, por si esto fuera poco, son amenazados de llevarlos a prisión por violación a la ley. Como consecuencia, esto obliga al más pobre del pueblo poner en riesgo su vida al conectarse ilegalmente a los cables de alta tensión que atraviesan las enormes y paupérrimas extensiones de los barrios que rodean la capital. Aún así, al Gobierno ni al gran capital le interesa remplazar el petróleo importado que causa tanto daño, por los ricos recursos naturales nacionales que puede ofrecer la energía solar, de los vientos, del agua y de los volcanes.
Recordemos también la quiebra de los bancos causada por los millones de dólares mal administrados por políticos y empresarios corruptos que se aprovecharon del poder para dejar al pueblo con una deuda interna ofensivamente impagable. Al no haber justicia que tenga nada que decir, los responsables continúan felizmente en la calle con corbata, y ese dinero ha sido remplazado con fondos del pueblo. Al efecto, existen documentos de deuda interna en manos de acreedores extranjeros, que en cualquier momento podrán exigir el pago por el dinero desaparecido.
Estos hechos, producto de la desenfrenada carrera por el poder y el dinero de los responsables, conllevan a una bomba de tiempo social pronto a estallar que no dejará en pie a ninguno de los culpables, y traerá más avance de pobreza. Por otro lado, lo positivo de esto es que dará lugar a nuevos liderazgos jóvenes con la educación suficiente para conducir a Nicaragua hacia un nuevo horizonte de progreso. Es ahí donde la juventud política de cualquier color, con responsabilidad ciudadana y conocimiento de su realidad generen nuevos cambios, ya que está llamada a remplazar a las anteriores generaciones de clase dirigente donde han sido evidentemente incapaces hasta el momento de producir resultados beneficiosos para la nación.