viernes, 3 de mayo de 2013

Castillo de naipes





Castillo de naipes

Por: Cristiana Guevara-Mena


Un castillo de naipes es una estructura creada por el apilamiento de cartas de juego de baraja inglesa, que colocadas una encima de la otra hasta forman una torre o un castillo. También es una expresión que se refiere a una estructura, situación, o institución de característica vacía, inconsistente y temblorosa, que está en constante peligro de colapso. El castillo de naipes está construido sobre una base inestable tan frágil que se derrumba si le quitan un elemento necesario, o al simple soplo del viento.

En Nicaragua, la política del gobierno actual es una torre de corrupción hecha de naipes rojinegros de corazones, tréboles, rombos, espadas, y los infaltables bufones o comodines. Estos últimos sirven siempre de títeres para obedecer ciegamente las órdenes del que mueve los hilos donde sea que los pongan. Podemos decir que los rombos y tréboles de menor valor se usan para aparentar bases de pueblo y de juventud para sostener en la cima de la torre al rey de espadas y a la reina de corazones. Estas dos figuras, en su pasión y delirio compulsivo, autodestructivo e irrefrenable de poder, para su propio lamento, han sudado tanto en corrupción que se han carcomido las bases. Ahora su poder se ha convertido en un castillo de naipes de papel mojado.

En la realidad, los funcionarios que supuestamente sostienen el gobierno actual, no tienen capacidad personal ni profesional, lo que tienen es miedo, dependencia e incondicionalidad indignante hacia sus líderes. Los dirigentes de la administración del momento, no conocen moral, objetivos nacionales, ni mucho menos instituciones que funcionen. Estos conceptos no existen en sus mentes, pero sí los escuchamos en sus discursos a pesar de que no signifiquen nada en su práctica de gobierno. El Estado para ellos es un juego permanente de dame-que-te-doy, como el intercambio de cartas y la apuesta de fichas en un juego de póquer. Es una política de casino que se apuesta únicamente para ganar, porque si se pierde se arrebata. En este juego político no existen ni escrúpulos ni valores, sólo un sentido de codicia por dinero y una sed de poder donde se juega el todo por el todo en cada movimiento.

Las fragilidades de falta de poder auténtico son tapadas con enormes vallas publicitarias, árboles de navidad por todo el país, y medios de comunicación que magnifican su falsa grandeza y esconden sus debilidades internas. Por supuesto, no podemos olvidar las cumplidas regalías para comprar conciencias sociales al supuesto pueblo tonto que les cree el engaño de propaganda, cuando en la realidad no es más que una débil estructura de papel mojado a punto de desplomarse.

El elemento necesario e infaltable que ha servido para sostener esta torre frágil de naipes, es el dinero del petróleo que viene de Venezuela. Al haber muerto el 'as' de espadas, difícilmente se mantendrá ese suministro que ha servido para mantener el juego vicioso de la corrupción. En corto tiempo, querrán arrasar con los bancos y la empresa privada quienes han sido cómplices partícipes del gran juego de casino poniéndose a la orden como servicio de burdel. Al acabarse eso, estrangularán al pueblo con impuestos, y alzas de los costos de vida, para exprimir al máximo económicamente a la nación y poder subsidiar la falta de dinero que ya no recibirán, cosa que ya está sucediendo. Siendo esto previsible desde lo visto en las anteriores dictaduras, se puede repetir la inevitable explosión social y el próximo derrumbe del gobierno con el riesgo de pérdidas humanas y materiales.

La corrupción, ineptitud e ineficacia al servicio nacional que hasta ahora han demostrado, junto con la dependencia de un suministro externo, demuestran que el gobierno de turno está hecho de una estructura frágil e insostenible. Es evidente su deseo de aparentar idoneidad, honestidad y capacidad con falsa publicidad, para evitar que el pueblo se entere de su triste verdad. La ciudadanía, por nuestra parte, debemos estar conscientes de nuestra responsabilidad cívica e inmenso poder. Para ello sólo es preciso que conozcamos los intereses de la inmensa mayoría y actuemos hacia un nuevo acuerdo social. El pueblo es el único capaz de soplar el viento que provoque la oportuna caída de esa farsa de poder, para que se desplome como un gran castillo de naipes.

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