miércoles, 12 de febrero de 2014

Un café con Obama


Un café con Obama

Por: Cristiana Guevara-Mena


A veces el deseo de democracia y las angustias que a diario vivimos, nos hace soñar y entre mis ensueños y noches de insomnio, había invitado al Presidente de los Estados Unidos a tomar un café en nuestra ciudad de León.  El presidente Obama por fin aceptó mi invitación a tomarse un café y platicar un rato conmigo, fue difícil que aceptara venir a Nicaragua puesto que naturalmente tiene una agenda apretadísima. Así que decidí que el mejor lugar para llevarlo es el restaurante El Sesteo, para ahí tomarnos un buen café frente a nuestra vieja e imponente catedral. Pues para nosotros los nicaragüenses la importancia social de esta bebida es innegable.

Nos sentamos en una de las angostas mesas de afuera de cara al parque central y a la monumental catedral de León. Se nos acerca un mesero, Buenas tardes, ¿desean algo de tomar? Sí, tráiganos dos cafés americanos, hay que quedar bien con la nacionalidad del invitado. ¿Le gustaría señor presidente? Sí, claro, me gustaría probarlo. Sepa que este café es traído de los mejores cafetales de Matagalpa, la mejor zona del norte del país para sembrar café. Llegan nuestros cafés a los diez minutos. Muchas gracias. Sienta el aroma suave del humo del café sembrado y cosechado por nuestros campesinos. Uhm… qué placentero.

Supongo que usted se preguntará con sorpresa por qué lo estoy invitando a un café. Sí, desde luego que me sorprende. La verdad, es que los sorprendidos somos la gran mayoría de nicaragüenses con sus decisiones de política exterior hacia Nicaragua. ¿Ah sí? Bueno, no es ninguna novedad que los países extranjeros se quejen de mi gobierno, o de cualquier gobierno americano, tampoco estoy para caerle bien a todo el mundo, yo tengo la carga de mi país y otras responsabilidades. Entiendo que usted tenga muchas responsabilidades, pero las cosas que su gobierno desacertadamente ha hecho hacia Nicaragua, han comprometido la libertad y la paz de nuestro pueblo sin que usted parezca darse cuenta. Y eso que estoy dándole a usted el beneficio de la duda. Explíqueme por favor. Claro que le explico.

El cuatro de mayo del año dos mil trece, usted vino a Centroamérica, en particular a Costa Rica, a reunirse con todos los presidentes del istmo. Sí, me acuerdo, vine con mi esposa. Me atrevo a preguntarle, ¿cómo se le ocurre a usted, supuesto símbolo de la democracia, sentarse a tomar té en abierta camaradería con un tirano como Ortega, cuando usted es jefe de Estado que dice representa los valores de libertad y Estado de derecho? ¿No se supone que la libertad, como dice nuestro Rubén Darío, levanta su antorcha en Nueva York? ¿O no tiene ese monumento ninguna significación para usted? ¿Acaso no sabía de antemano con quiénes se sentaba a comer? Bueno, primero son los intereses de mi país. ¿Y qué se supone que debo hacer? No es responsabilidad mía resolver sus problemas internos. ¡Es el colmo que hasta eso me pidan! Sí, ¡claro que es nuestra exclusiva responsabilidad! Pero en su caso, más que diplomacia, señor presidente, es complicidad con la dictadura. ¿No lo ve?

Otra cosa, ¿cómo es que su brillante secretario Kerry ve en Ucrania tiranía y politización del poder Fiscal, Judicial, policía y monopolio de medios de comunicación y no lo ve por aquí? *tos tos* ¿De qué habla usted, señorita? No se me ahogue con el café, señor presidente, no quiero causarle ninguna indigestión con mis preguntas. Es decir, denuncia al gobierno de Kiev, seguramente por el conflicto de intereses que con Europa tienen frente a Rusia, ¡pero en Nicaragua le importa un bledo! Se supone que somos país amigo, cercano. ¿Será que hay doble lenguaje, o quizá doble moral? Y si la hay, ¿es esa es la nueva versión de la democracia americana? ¡Muchacho, traiga un vaso de agua por favor, se nos ahoga el presidente!

*Respirando y aclarando la voz*. Bueno, lo que pasa es que en Ucrania se están manifestando y están saliendo a las calles, por eso mi vice-presidente se pronuncia. Si tanto les afecta la dictadura, entonces, ¿por qué no salen a las calles? ¿Por qué no se levantan como pueblo? Desde afuera parece que están muy contentos, porque les cambian la constitución, les venden el país, los obligan a autocensura en sus narices, los atropellan física y moralmente y el pueblo, muy bien gracias. Mi gobierno no tiene por qué liderar una oposición de un pueblo domesticado que no quiere conocer ni ejercer sus derechos. ¿O hasta eso quieren que hagamos por ustedes? Pareciera que quieren la democracia servida en bandeja de plata sin ningún esfuerzo. Hagan ustedes su parte, y nosotros apoyaremos.

Ya veo, entonces es por dos razones que se mueven los Estados Unidos, por dinero y por sangre. Con todo respeto, señor presidente, pero tienen complejo de vampiros. No olvide que irónicamente, señor presidente, usted encarna la cultura anglosajona del norte, que nosotros conocemos muy bien como atropellante, brutal, ambiciosa, llena de codicia y con sed de dinero y poder. Usted representa la cultura consumista insaciable, con razón su gobierno no se fija más que en petróleo a la hora de interesarse del mundo que lo rodea, y sólo voltean a ver cuando hay ríos de sangre porque llama la atención de los medios que pueden afectar su electorado. Qué asco señor. Hasta me va a hacer daño el café.

No se indigeste, señorita, pero con todo respeto, usted también representa la cultura política perezosa de Nicaragua, que ladran y todo lo quieren servido, pareciera que me está pidiendo que los rescate. No, no, no. No se confunda, señor presidente, no es que queremos todo servido, lo que pasa es que éste gobierno se ha encargado aterrorizar al pueblo, prostituir las cúpulas opositoras, y encima, ¡se sienta a tomar té con el gobierno de Estados Unidos! ¡Nos sentimos traicionados! Pero tiene razón, somos nosotros los que debemos resolver nuestro problema, esta vez no nos vamos a arrecostar en el gobierno de Estados Unidos como lo hicimos en 1990 cuando ganó la UNO. Al final ese gobierno fue un desastre. Lo reconozco. Por eso el cambio debe ser auténtico desde las bases. Ya vemos que con ustedes no contamos. Además, cada vez que ustedes se meten en nuestros asuntos como su Presidente anterior Carter, que nos tiró a los lobos, nos dejan peor que a como estábamos. ¡No saben ni ayudar bien! Son unos torpes. Ya pronto es hora de irnos. Muchacho, ¿nos trae la cuenta, por favor?

No se moleste, señor presidente, yo invito. Al final, esté es mi país y usted es mi invitado. Ustedes tienen una hermosa catedral en León. Gracias, nosotros admiramos su estatua de la libertad y el Monte Rushmore, donde tienen talladas las caras de los padres de la democracia. Antes que nos vayamos, quisiera leerle una parte del poema de Rubén Darío llamado Oda a Roosevelt, fue escrito en 1904. La escucho. Tened cuidado. ¡Vive la América española! / Hay mil cachorros sueltos del León Español. / Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, / el Riflero terrible y el fuerte Cazador, / para poder tenernos en vuestras férreas garras. / Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios! No sé qué responder a eso. No responda nada, señor presidente, sólo lléveselo resonando en su cabeza. Vámonos en paz. Admiremos los colores esotéricos de nuestras luces permanentes y de nuestros desteñidos fuegos pirotécnicos en el cielo al estilo cuatro de julio, en la tierra de Sandino, junto a los bailes y las coplas de nuestra gigantona. Me despierto, y así termina una inocua y penosa entrevista.



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