lunes, 20 de enero de 2014

Travel through time


Travel through time

By: Cristiana Guevara Mena

Traditional dictators claim to be forever. Who says that dictatorships are forever? Who says that absolute powers don’t end? Don’t believe me? Then, let’s get on a time machine, travel through history, and meet the most famous absolutist leaders of humanity. Let us be witnesses to the end of their power and the silencing of their lives. Here we go.

Let's fly to the Ides of March of ancient Rome from 44 BC. We are in the Senate, and a group of senators are waiting conspiratorially for the Lifelong Consul Julius Caesar. He walks through the front door, very sure of his victories and full of majesty from conquering the known world. In that, we see a senator, named Casca that takes out a knife and cuts a slit on his neck. Casca screams: - Help brothers! - Suddenly, about sixty senators throw themselves against the dictator and drill multiple stab wounds. Caesar, blinded by his own blood, trips and falls, and still alive sees his stepson Brutus who, with a knife in hand, also throws himself forward, sinking his weapon to the handle. Caesar, in agony, asks – You too, my son? - While covering his face, he falls helplessly on the low porch stairs. This was the end of the great Julius Caesar. Bloody and dramatic, right? Let us ride our time machine again.

Let’s move to June 18, 1815 in Waterloo, Belgium. We’re in the last battle of Napoleon Bonaparte. In the field we see thousands of French soldiers in uniform of white pants, black high boots to the knee, blue and red jackets with long sleeves, and rifles with sharp bayonets, fighting against the English, dressed in their traditional red suit with the same type of rifle. Let’s hide behind a hill to protect ourselves from stray bullets. This is a slaughter! Soldiers are mutilated, and pieces of human flesh go flying through the air. A piece of arm has dropped all the way here! We are splashed with blood. In the end, the French were defeated, and Napoleon, who believed he was invincible, was arrested and humiliated by the British, and was exiled to the island of St. Helena where he was allegedly poisoned. This marked the end of the Napoleonic era. Let’s travel again.

We are in the Dominican Republic. It's Tuesday May 30, 1961. We crossed the wide, beautiful Dominican beaches and arrived at mile 9 on the road from Santo Domingo to San Cristobal. It's 9:45 pm, and we see the car where the powerful protégé of the United States, the great dictator Rafael Leonidas Trujillo, travels. At that moment, there is a planned ambush by a group of opponents that shoot with machine guns. Trrraa-ta-ta-ta-ta-ta-ta! We heard sixty different caliber bullets hitting the car. Trujillo died because of the rain of bullets; only seven of them killed him. Horrifying! Let’s go back to our time machine.

We return to Nicaragua. It's Friday September 21, 1956 at the Casa del Obrero in the city of León. There’s a party here! Very elegant, right? Everyone is dressed in their best clothes. People are dancing to the song "Caballo Negro" by Perez Prado. As agreed, the Nationalist Liberal Party again proclaimed Anastasio Somoza Garcia as their candidate. Somoza, newly rich, owner of the army, police, Congress, judicial power and party, feels undefeatable and dances very happily with his wife. When Somoza sits down with his wife after dancing, a known young man appears unexpectedly. He, without any hesitation or disgust, shoots the barrel of his gun in the large body of the president, who falls mortally wounded, just saying -Aahhh!- You hear the shots, and the clatter of guns are heard, and everyone leaves, running. That was the end of Somoza.

We’re coming back to the present. Let's review the lesson. You see that there is no such thing as eternity in power? Historically, each one of these leaders came to an end right in their best era. When they think they’re on top of the power, that they have everything under control, that they are absolute and invincible and that nobody can touch them, that’s when the end of their days seems to be at its closest. Any tyrannical leader who seeks at all costs to cling to power, anywhere in the world, ends up facing the consequences. In Nicaragua, we are also accustomed to assassination of leaders which leads to their collapse, especially when it seems that we are more subjected to a single will. I don’t say it, history says it. Should we expect these things to be repeated? Do you think that this government has learned the lesson of history? Most likely not. So, most probably, as we saw in our time travel, their end will come when they least expect it.


martes, 7 de enero de 2014

Viaje a través del tiempo


Viaje a través del tiempo

Por: Cristiana Guevara-Mena


Los dictadores tradicionales, tienen la pretensión de serlo eternamente. ¿Quién dice que las dictaduras son para siempre? ¿Quién dice que los poderes absolutos no terminan? ¿No me creen? Entonces, viajemos en la historia y montémonos en una máquina del tiempo para sobrevolar y conocer a los líderes absolutos más famosos de la humanidad. Seamos testigos del fin de su poder y del silencio de sus vidas. Aquí vamos.   

Volemos a los idus de marzo de la Roma antigua del año 44 A.C. Nos encontramos en el Senado, y están un grupo de senadores esperando conspirativamente al Cónsul Vitalicio Julio César. Este entra por la puerta principal muy seguro de sus victorias y lleno de majestuosidad, viene de conquistar el mundo conocido. En eso, vemos a un senador, conocido como Casca, que saca una daga y le corta de un tajo el cuello. Casca grita – ¡Socorro hermanos! – De repente, alrededor de sesenta senadores se lanzan contra el dictador y lo perforan a múltiples puñaladas. César, cegado por su propia sangre, tropieza y cae, y aún vivo ve a su hijastro Bruto, que con puñal en mano también se lanza encima hundiéndole el arma hasta el mango y César en agonía pregunta - ¿tú también, hijo mío? – mientras se cubre el rostro y cae indefenso en las escaleras bajas del pórtico. Este fue el fin del gran Julio César. ¿Dramático y sangriento, no? Abordemos nuevamente nuestra máquina del tiempo.

Trasladémonos al 18 de junio de 1815 en Waterloo, Bélgica. La última batalla de Napoleón Bonaparte. Vemos en el campo a miles de soldados franceses uniformados de pantalones blancos, botas negras hasta las rodillas, con chalecos azules con rojo de mangas largas y con fusiles de afiladas bayonetas luchando contra los ingleses, vestidos con su tradicional traje rojo y el mismo tipo de fusil. Escondámonos detrás de una loma para protegernos de las balas perdidas. ¡Esto es una masacre! Los soldados salen mutilados, y los pedazos de carne humana salen volando por los aires. ¡Hasta por aquí ha caído un pedazo de brazo! Nos hemos salpicado de sangre. Al final, los franceses son derrotados, y Napoleón, el que se creía invencible, fue apresado y humillado por los británicos, desterrado a la isla de Santa Elena, donde presuntamente fue envenenado. Esto marcó el fin de la era napoleónica. Volvamos a viajar.

Nos encontramos en la República Dominicana. Es martes 30 de mayo de 1961. Atravesamos las anchas y hermosas playas dominicanas y llegamos al kilómetro 9 en la carretera de Santo Domingo a San Cristóbal. Son las 9:45 de la noche y vemos el carro en el que viaja el todopoderoso y protegido de los Estados Unidos, Rafael Leónidas Trujillo, el gran dictador de ese país. En ese instante, hay una emboscada planificada por un grupo de opositores y lo ametrallan. ¡Trrraa-ta-ta-ta-ta-ta-tá! Oímos el ruido de sesenta de balas de diversos calibres impactando el carro. Trujillo murió porque de la lluvia de balas, sólo siete de ellas le causaron la muerte. ¡Qué horror! Regresemos a nuestra máquina del tiempo.

Estamos de vuelta en Nicaragua. Es viernes 21 de septiembre de 1956 en la Casa del Obrero en la ciudad de León. ¡Aquí hay una fiesta! ¿Qué elegancia, no? Todos están vestidos con sus mejores trajes. La gente está bailando la canción de “Caballo Negro” de Pérez Prado. Como acordado, el Partido Liberal Nacionalista proclamará nuevamente a Anastasio Somoza García como su candidato. Somoza, nuevo enriquecido, dueño del ejército, policía, congreso, poder judicial y partido, se siente inderrotable y baila muy contento con su mujer. Cuando Somoza sienta a su esposa luego de bailar, un joven conocido llega inesperadamente. Este sin ningún asco ni vacilación, le descarga el tambor de su pistola en el grueso cuerpo del presidente, quien cae herido de muerte diciendo únicamente. – ¡Aahhh! –  Se escuchan los gritos y tableteo de armas de fuego y todos salen corriendo. Ese fue el fin de Somoza.

Volvamos al presente. Revisemos la lección, ¿Ya ven que no existe tal cosa como la eternidad en el poder? Históricamente, cada uno de estos líderes ha llegado a su fin justo en su mejor época. Cuando se creen que están en la cima del poder, que lo tienen todo bajo control, que son absolutos e invencibles y que nadie los puede tocar, es cuando se asoma más de cerca el final de sus días. Aquél líder tirano que pretenda a toda costa aferrarse al poder, en cualquier parte del mundo, que se atenga a las consecuencias. En Nicaragua, también estamos acostumbrados al magnicidio que lleva al colapso de estos líderes, especialmente cuando pareciera estamos más sometidos a una sola voluntad. No lo digo yo, lo dice la historia. ¿Debemos esperar que se repitan esas cosas? ¿Creen que este gobierno habrá aprendido la lección de la historia? Lo más seguro es que no. Así, lo más probable, según lo visto en nuestro viaje en el tiempo, es que su fin llegue cuando menos se espere.