Un
café con Obama
Por:
Cristiana Guevara-Mena
A veces el deseo de democracia y las angustias que a diario vivimos, nos hace soñar y entre mis
ensueños y noches de insomnio, había invitado al Presidente de los Estados
Unidos a tomar un café en nuestra ciudad de León. El presidente Obama por fin aceptó mi
invitación a tomarse un café y platicar un rato conmigo, fue difícil que
aceptara venir a Nicaragua puesto que naturalmente tiene una agenda
apretadísima. Así que decidí que el mejor lugar para llevarlo es el restaurante
El Sesteo, para ahí tomarnos un buen café frente a nuestra vieja e imponente
catedral. Pues para nosotros los nicaragüenses la importancia social de esta
bebida es innegable.
Nos sentamos en una de las angostas
mesas de afuera de cara al parque central y a la monumental catedral de León.
Se nos acerca un mesero, Buenas tardes, ¿desean algo de tomar? Sí, tráiganos
dos cafés americanos, hay que quedar bien con la nacionalidad del invitado. ¿Le
gustaría señor presidente? Sí, claro, me gustaría probarlo. Sepa que este café
es traído de los mejores cafetales de Matagalpa, la mejor zona del norte del
país para sembrar café. Llegan nuestros cafés a los diez minutos. Muchas
gracias. Sienta el aroma suave del humo del café sembrado y cosechado por
nuestros campesinos. Uhm… qué placentero.
Supongo que usted se preguntará
con sorpresa por qué lo estoy invitando a un café. Sí, desde luego que me
sorprende. La verdad, es que los sorprendidos somos la gran mayoría de
nicaragüenses con sus decisiones de política exterior hacia Nicaragua. ¿Ah sí?
Bueno, no es ninguna novedad que los países extranjeros se quejen de mi
gobierno, o de cualquier gobierno americano, tampoco estoy para caerle bien a
todo el mundo, yo tengo la carga de mi país y otras responsabilidades. Entiendo
que usted tenga muchas responsabilidades, pero las cosas que su gobierno desacertadamente
ha hecho hacia Nicaragua, han comprometido la libertad y la paz de nuestro
pueblo sin que usted parezca darse cuenta. Y eso que estoy dándole a usted el
beneficio de la duda. Explíqueme por favor. Claro que le explico.
El cuatro de mayo del año
dos mil trece, usted vino a Centroamérica, en particular a Costa Rica, a
reunirse con todos los presidentes del istmo. Sí, me acuerdo, vine con mi
esposa. Me atrevo a preguntarle, ¿cómo se le ocurre a usted, supuesto símbolo
de la democracia, sentarse a tomar té en abierta camaradería con un tirano como
Ortega, cuando usted es jefe de Estado que dice representa los valores de libertad
y Estado de derecho? ¿No se supone que la libertad, como dice nuestro Rubén Darío, levanta
su antorcha en Nueva York? ¿O no tiene ese monumento ninguna significación para
usted? ¿Acaso no sabía de antemano con quiénes se sentaba a comer? Bueno, primero
son los intereses de mi país. ¿Y qué se supone que debo hacer? No es responsabilidad
mía resolver sus problemas internos. ¡Es el colmo que hasta eso me pidan! Sí,
¡claro que es nuestra exclusiva responsabilidad! Pero en su caso, más que
diplomacia, señor presidente, es complicidad con la dictadura. ¿No lo ve?
Otra cosa, ¿cómo es que su
brillante secretario Kerry ve en Ucrania tiranía y politización del poder
Fiscal, Judicial, policía y monopolio de medios de comunicación y no lo ve por aquí?
*tos tos* ¿De qué habla usted, señorita? No se me ahogue con el café, señor
presidente, no quiero causarle ninguna indigestión con mis preguntas. Es decir,
denuncia al gobierno de Kiev, seguramente por el conflicto de intereses que con
Europa tienen frente a Rusia, ¡pero en Nicaragua le importa un bledo! Se supone
que somos país amigo, cercano. ¿Será que hay doble lenguaje, o quizá doble
moral? Y si la hay, ¿es esa es la nueva versión de la democracia americana? ¡Muchacho,
traiga un vaso de agua por favor, se nos ahoga el presidente!
*Respirando y aclarando la
voz*. Bueno, lo que pasa es que en Ucrania se están manifestando y están
saliendo a las calles, por eso mi vice-presidente se pronuncia. Si tanto les
afecta la dictadura, entonces, ¿por qué no salen a las calles? ¿Por qué no se
levantan como pueblo? Desde afuera parece que están muy contentos, porque les
cambian la constitución, les venden el país, los obligan a autocensura en sus
narices, los atropellan física y moralmente y el pueblo, muy bien gracias. Mi
gobierno no tiene por qué liderar una oposición de un pueblo domesticado que no
quiere conocer ni ejercer sus derechos. ¿O hasta eso quieren que hagamos por
ustedes? Pareciera que quieren la democracia servida en bandeja de plata sin
ningún esfuerzo. Hagan ustedes su parte, y nosotros apoyaremos.
Ya veo, entonces es por dos
razones que se mueven los Estados Unidos, por dinero y por sangre. Con todo
respeto, señor presidente, pero tienen complejo de vampiros. No olvide que irónicamente,
señor presidente, usted encarna la cultura anglosajona del norte, que nosotros
conocemos muy bien como atropellante, brutal, ambiciosa, llena de codicia y con
sed de dinero y poder. Usted representa la cultura consumista insaciable, con
razón su gobierno no se fija más que en petróleo a la hora de interesarse del
mundo que lo rodea, y sólo voltean a ver cuando hay ríos de sangre porque llama
la atención de los medios que pueden afectar su electorado. Qué asco señor.
Hasta me va a hacer daño el café.
No se indigeste, señorita,
pero con todo respeto, usted también representa la cultura política perezosa de
Nicaragua, que ladran y todo lo quieren servido, pareciera que me está pidiendo
que los rescate. No, no, no. No se confunda, señor presidente, no es que
queremos todo servido, lo que pasa es que éste gobierno se ha encargado
aterrorizar al pueblo, prostituir las cúpulas opositoras, y encima, ¡se sienta
a tomar té con el gobierno de Estados Unidos! ¡Nos sentimos traicionados! Pero
tiene razón, somos nosotros los que debemos resolver nuestro problema, esta vez
no nos vamos a arrecostar en el gobierno de Estados Unidos como lo hicimos en
1990 cuando ganó la UNO. Al final ese gobierno fue un desastre. Lo reconozco.
Por eso el cambio debe ser auténtico desde las bases. Ya vemos que con ustedes
no contamos. Además, cada vez que ustedes se meten en nuestros asuntos como su
Presidente anterior Carter, que nos tiró a los lobos, nos dejan peor que a como estábamos. ¡No saben ni
ayudar bien! Son unos torpes. Ya pronto es hora de irnos. Muchacho, ¿nos trae
la cuenta, por favor?
No se moleste, señor
presidente, yo invito. Al final, esté es mi país y usted es mi invitado. Ustedes
tienen una hermosa catedral en León. Gracias, nosotros admiramos su estatua de
la libertad y el Monte Rushmore, donde tienen talladas las caras de los padres
de la democracia. Antes que nos vayamos, quisiera leerle una parte del poema de
Rubén Darío llamado Oda a Roosevelt,
fue escrito en 1904. La escucho. Tened
cuidado. ¡Vive la América española! / Hay mil cachorros sueltos del León Español.
/ Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, / el Riflero terrible y el fuerte
Cazador, / para poder tenernos en vuestras férreas garras. / Y, pues contáis
con todo, falta una cosa: ¡Dios! No sé qué responder a eso. No responda
nada, señor presidente, sólo lléveselo resonando en su cabeza. Vámonos en paz.
Admiremos los colores esotéricos de nuestras luces permanentes y de nuestros
desteñidos fuegos pirotécnicos en el cielo al estilo cuatro de julio, en la
tierra de Sandino, junto a los bailes y las coplas de nuestra gigantona. Me
despierto, y así termina una inocua y penosa entrevista.
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