El sentir del Torovenado
Por: Cristiana Guevara-Mena
Hace varias
semanas, hice un estudio de campo sobre el Torovenado de Masaya, Nicaragua.
Llevé un celular con cámara para tomar fotos; una grabadora para entrevistar a
los ciudadanos de Masaya – que en este texto llamaremos “masayas” –; y diez
formularios de consentimiento para efectuar entrevistas de forma autorizada. Al
llegar a Masaya, me incorporé al colorido y ruidoso festival como observadora
activa para realizar este estudio. Tiene valor mencionar que esta investigación es
realizada por alguien como yo que no es originaria de esa localidad, sino de la
capital, sin desconocer totalmente la festividad popular del Torovenado.
Para los que
no conocen, el Torovenado no es un animal raro de cabeza de toro y cuerpo de
venado, o viceversa, que se anda paseando por las calles de Masaya. No. Es una
mascarada carnavalesca muy tradicional de esa zona donde el pueblo manifiesta
los problemas sociales, políticos, y hasta religiosos y los personifican con
máscaras, disfraces coloridos y escenas de comedia ambulantes por las calles. Estos
llamados “cuadros”, personalizan las tradiciones indígenas de Monimbó – el
barrio más indígena, cívicamente organizado y representativo de las comunidades
autóctonas de Masaya – al igual que las realidades más dolorosas del momento
satirizando las acciones más abusivas y atropellantes del poder hacia el
pueblo.
Al son de la
tuba, los tambores, y las trompetas de los chicheros, entré en el carnaval y tomé
fotos mientras avanzaba. Vi entre los cuadros, a un padre sin cabeza rodeado de
ánimas. Click. A la alcaldía de Masaya cargando la muerte del dengue en un
tanque. Click. El ferrocarril que Doña Violeta nos robó con todo y rieles.
Click. Una guillotina negra llamada “Ley 779” con una calavera blanca pintada, donde
la muerte decapita a los hombres que no satisfacen suficientemente a sus
mujeres. Click. A varias Rosario Murillo multimillonarias representando los
nuevos colores chillantes de la patria que ciegan y marean hasta las náuseas. Click.
A Camila Ortega, hija de la pareja presidencial. Click. Al Cardenal Miguel
Obando con un letrero que dice “Paz y Reconciliación”. Click. Una carreta de
madera en muy mal estado, refiriéndose al empleo de las futuras generaciones “cristianas,
socialistas y solidarias”. Click.
Seguí moviéndome
entre la gente y bailando al son de los chicheros, y vi a Arnoldo Alemán y a Doña
Violeta abrazados y besándose entre máscaras. ¡Por acá presidentes! Click. Una
pancarta de cartón que dice: “Tome nota de la voz de la gente”. Click. El
anónimo caído en la revolución. Click. Al cacique de antaño de Monimbó. Click.
Al “Notichismoso” del canal 10. Click. A las hermanitas de “caridad” a quienes
el señor Montealegre les robó la “limosnita” de medio millón de dólares. ¡Sonrían!
Click. Un ataúd negro del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), cargado
por la muerte, con un letrero que dice “INSSegura tu plata, INSSegura tu salud,
INSSegura tu vejez”. Click. Al final de todos estos cuadros y muchos más, nos
encontramos, naturalmente, al celebrado San Jerónimo de Masaya. Click.
En el análisis
de diez entrevistas grabadas, descubrí que los masayas son gente que protegen
con orgullo sus tradiciones y su cultura ancestral. Se siente en su
conversación apasionada y a veces entrecortada, el desprecio y la inconformidad
hacia el gobierno, aunque encontré sólo un caso de aceptación y cercanía. Demuestran
que se sienten heridos y violentados por las mentiras ofensivas de sus
representantes políticos y sociales. Hacen sentir que el Torovenado es el único
espacio público permitido para desafiar al poder y decirle entre líneas “nos
damos cuenta de lo que están haciendo, y se los enrostramos para que no crean
que somos tontos” sin que los ataque la policía o el ejército. Son realmente,
un pueblo orgulloso de su identidad indígena y están dispuestos a conservarla
de cualquier manera.
Este carnaval simboliza
el origen de nuestro mestizaje cultural nicaragüense del cual nos sentimos muy
orgullosos. Esta resistencia a los atropellos del poder, es lo que caracteriza
a la gran mayoría de los masayas. Se percibe en ellos que no le tienen miedo a
retar a quien esté en el poder. Son un pueblo sincero, directo y enardecido,
que históricamente ha sido la chispa que enciende las insurrecciones sociales. Igualmente,
hay cada vez más ciudadanos afectados por los cambios injustos y arbitrarios de
poder insaciable hechos por el gobierno. Al final, esta mascarada de calle como
protesta social, es más efectiva que la poesía de los poetas, las filosofías de
los filósofos, y las oraciones de los religiosos. Tomemos nota.
Me gusta mucho tu conclusión. Lástima que estas denuncias son sólo catarsis para el pueblo, tal como lo eran los carnavales de la Grecia antigua. Sería importante que los aspirantes a líderes tomaran nota de toda esa agenda pendiente de las necesidades de los más pobres, y la conviertan en el cambio que necesitamos.
ResponderEliminar