El viejo y el mar
Por: Cristiana
Guevara-Mena
El viejo y el mar es una historia escrita por Ernest Hemingway en 1951 en Cuba y publicada en 1952. La
obra habla de un pescador, ya anciano, con las fuerzas muy reducidas para
seguir con su labor. Había un joven que siempre lo ayudaba a pesar de que sus
padres lo hubieran retirado por la mala racha del viejo. No obstante, estaba
siempre dispuesto a ayudar, cuidar y aprender de la experiencia del viejo, aún
si con su nuevo patrón obtuviera abundante pesca. Entonces, el viejo se mete
solo mar adentro después de 84 días sin pescar nada. Finalmente, encuentra un pez
enorme, que solucionaría todos sus problemas, y que le devolvería la gloria de
sus tiempos pasados. Tras mucho luchar y sufrir, consigue hacerse con el pez,
que es incluso mayor que la propia barca. Durante el trayecto de regreso a tierra,
el viejo se encuentra con varios tiburones atraídos por la sangre, que poco a
poco van devorando al pez hasta dejarlo sin carne. Cuando el viejo regresa, el
pez está totalmente irreconocible, los tiburones se han comido todas sus
entrañas y ya no queda nada, solo su esqueleto. A pesar del aparente fracaso,
el viejo, gracias a su hazaña, recupera el respeto de sus compañeros y refuerza
la admiración del joven que decide volver a pescar con él.
Nuestros señores nicaragüenses de la tercera edad han pasado ya demasiado tiempo de
“mala racha” en busca de su pensión que les corresponde. Hasta el momento no
han podido conseguir nada, como el viejo pescador de la historia. Ellos, debido a
su avanzada edad, se encuentran con sus fuerzas muy reducidas para continuar
trabajando y merecen un digno descanso. Lamentablemente, en vista que les han
arrebatado el derecho al sosiego en el otoño e invierno de sus vidas, de forma
heroica han decidido meterse mar adentro con todos los riesgos que eso implica,
contra el viento fuerte y marea peligrosa de su entorno, en busca de su enorme
pez para poder vivir tranquilos en el tiempo que les queda de vida.
La
lucha de nuestros adultos mayores ha sido contra tormentas, diluvios y
vendavales para poder pescar el seguro de ancianidad que siempre han merecido. Lamentablemente,
ese gran pez que les asegura su vejez, ha sido devorado por los tiburones de
los distintos gobiernos que han pasado de turno en los últimos treinta años
hasta la fecha, para satisfacer sus propios estómagos. También son tiburones de
grandes mandíbulas y colmillos algunos de la empresa privada incluyendo al Ejército,
que tienen años de no pagar lo que deben. Hemos visto cómo estas fieras han
despedazado al pobre pez sin el menor escrúpulo para también financiar sus
propagandas políticas, y sin la menor consideración con el viejo que ha luchado
contra tempestades para poder hacerse de su pez. Ya no queda más nada que un
raquítico esqueleto, dejando al viejo a su suerte a las soledades y angustias
del mar abierto.
Nuestros señores de la tercera edad con su lucha por sus derechos a una vida digna, nos
enseñan a los jóvenes y a toda la población, que los valores de justicia,
trabajo y perseverancia son de toda la vida. Que las conciencias no son
comprables, y que conformarse bajo el miedo de la deshonestidad y abuso de
autoridad es inaceptable, y están dispuestos a dar la batalla por sus creencias
y convicciones hasta el final. Reconozcamos que son una generación que guarda
en su memoria el trabajo justo y honrado para vivir dignamente. Estos son
valores que en nuestra época se han perdido a causa del vacío de autoridad creíble
y corrupción que hoy se mira en cada rincón de la nación, sucediendo con tanta
frecuencia que hasta lo vemos con toda la naturalidad del mundo. Nuestros
ancianos con su lucha contra la injusticia y la fidelidad a su memoria y
valores, nos están dando a toda la ciudadanía una lección de vida y de conducta
que no se compra ni con todo el oro del mundo.
Aún
si nuestros ancianos no regresan de su lucha en mar adentro con el gran pez en
su barca, y lo más seguro es que ese pez se encuentre destrozado por los
tiburones, ya son victoriosos ante los ojos de nuestra juventud y pueblo. Es
preciso que todos seamos como el joven del cuento que ayudaba y aprendía del
viejo pescador. Acompañémoslos en su lucha en alta mar contra los rabiosos
tiburones y tomemos su experiencia como lecciones de vida que nos duren para
siempre. Es con espíritu firme y luchador como el del viejo en el mar que podamos
cambiar nuestra realidad. Nuestros ancianos nos están dejando un gran legado de
acción y de principios firmes que no se ven por ninguna
parte, se han ganado nuestro respeto y admiración. Indiscutiblemente son
nuestro tesoro más preciado, y ya han luchado y sufrido suficiente,
defendámoslos contra viento y marea, como la novela de El viejo y el mar.
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