Por:
Cristiana Guevara-Mena
En nuestro país, a lo largo
de la historia, hemos podido apreciar que casi todo aquel que ha llegado a la
presidencia de la República, se considera como “el ungido”, “el elegido”, y el
único capaz de poder estar en ese puesto. Es muy común ver manifestaciones
enfermizas de voluntad de perpetuación en el poder al punto que se vuelve
además de un vicio obsesivo y demencial, la enfermedad más importante de sus
vidas, sin tomar en cuenta los efectos sociales y humanos negativos que
conlleva. Por último, se olvidan del pueblo que los ha ayudado a llegar a la
cima, para realizar el sueño de sentirse padre de la patria y pesadilla de la
gran mayoría de los nicaragüenses.
Muchos de los que han
alcanzado el poder, sea por elecciones, por golpe a la democracia, o de forma militar,
siguen padeciendo del complejo de sentirse indispensables en el territorio
nacional. Es decir, que sin ellos y su acertada dirección, el país se hunde
entre los dos océanos. Que sólo a ellos por herencia o inteligencia les
corresponde el poder para imponer sobre todos, sus privilegios sin la menor
idea ni interés de que el poder representa un servicio, una responsabilidad y
una obligación.
Lamentablemente, el origen
de la dictadura no sólo está en la voluntad del dictador, sino que también en
la voluntad de aquellos que dice representar mientras asfixia mediante mentiras
publicitadas, chantajes, amenazas abiertas o encubiertas, y cierre de
oportunidades a todo aquel que pretenda contradecir los deseos de la persona
que se considera “ungida”, al igual que a su familia cercana, compadres, y
personal cercano.
A pesar del disfraz democrático, Lo que
caracteriza a la dictadura es el triunfo de la arbitrariedad de una persona sobre
el respeto debido al sentido de la ley, ante la cual todos debemos ser iguales
sin consideraciones de ningún tipo. Entendamos que la dictadura en el Siglo
XXI, ya no es la amenaza violenta al fusilamiento o prisión que existió durante
la era somocista, sino la gradual reducción de las libertades individuales a
través de la exclusión de los empleos, terrorismo policial y fiscal, y amenazas
de señalamientos judiciales en cuyo proceso no existe la menor garantía de
equidad ni de valores compartidos de democracia y justicia.
Aquellos que quieren encarnar
una dictadura, se dedicarán a destruir poco a poco y de forma progresiva y
científica a los partidos opositores, por medio de las personas de sus mejores
representantes para que de una vez desprovistos a través de la amenaza,
chantaje o halago, se transformen en seres obedientes, sumisos y comprables al
servicio de los intereses del poder.
Al extranjero se le disfraza
la dictadura moderna con autocensura de prensa y con la presencia masiva de
medios oficialistas, que demuestra una oposición semi-apagada frente a un
oficialismo escandaloso y desafiante. En algunas ocasiones, los organismos
internacionales independientes sin vinculación con el poder local publican
números y hechos verdaderos ajustados a la realidad. En la mayoría de los casos
son publicaciones de organismos que necesitan justificar su existencia en el
país y para lo cual están dispuestos a aliarse con el poder de turno y publicar
hechos maquillados que esconden una triste realidad. Estos últimos presentan a
la nación como un país en crecimiento, que disminuye la pobreza, y que se están
resolviendo de forma mágica todos los problemas internos del país arriesgando
su propia credibilidad sin importarle el destino democrático de la nación donde
están establecidos.
¿Cuántas veces hemos sido
los nicaragüenses testigos y víctimas de Presidentes tanto de derecha como de
izquierda que pretenden estar para siempre en el poder a costas de un pueblo empobrecido
sin educación y humillado, que hoy comienza a despertar, en los últimos años? ¿Qué
conclusiones debemos extraer de semejante situación? Hay que tener en mente dos
cosas: La primera, que cuando el país sufre de dictadura, tiene una inmensa
necesidad de un cambio prometedor para mejorar, que venga de personas creíbles
sin historias negras, honestidad y talento probado. La segunda, que en medio de
esta división de los partidos, no existe aún una fuerza real organizada o más
bien sólo existe una: un pueblo disperso y confundido entre la necesidad y el
miedo con la esperanza de encontrar soluciones a sus problemas básicos. Si son
los pueblos quienes eligen a sus líderes, también deben ser conscientes que
pueden cambiarlos de cualquier forma posible.
Salvando diferencias geográficas, históricas y culturales, este artículo podría aplicarse a cualquier país latinoamericano y del Caribe, donde no hemos logrado superar la era de los caudillos, más o menos letrados, más o menos déspotas, más o menos parecidos.
ResponderEliminarLo comparto para su difusión.
Jenny Ybarnegaray Ortiz
La Paz, Bolivia
Muchísimas gracias Jenny por su comentario. Me alegra mucho que soy leída hasta Bolivia. Agradezco su difusión. La idea es concientizar a las personas lo más posible.
EliminarGracias.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarGracias me ayudo mucho sus ideas...
ResponderEliminarGracias me ayudo mucho sus ideas...
ResponderEliminarGracias me ayudo mucho sus ideas...
ResponderEliminarmuy bueno
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