La pobreza como estrategia política
Por: Cristiana Guevara-Mena.
En estas elecciones municipales, y para cualquier otro tipo de elecciones futuras, por lo sucedido el año pasado y en las elecciones antepasadas, es importante resaltar que el nicaragüense común no está interesado en votar y es en lo último que piensa. El derecho a ejercer el voto no está en las preocupaciones de lucha diaria de los nicaragüenses, dado que lo que ocupa el pensamiento del nicaragüense es el sobrevivir día a día. La mayoría de nuestro pueblo, según los estudios estadísticos del PNUD, está desempleada o subempleada.
El ciudadano más pobre, según dichas estadísticas, está sobreviviendo con menos de un dólar al día. La gran mayoría de los nacionales que viven con este tipo de presupuesto ofensivamente inhumano, tienen que mantener a una familia de al menos cuatro personas más. Naturalmente, con este tipo de fondo, no es posible tener una vivienda digna, vestimenta decente, alimento tres veces al día, sin mencionar lo elemental como el acceso a la educación, y a un buen servicio de salud.
Si analizamos la estrategia de poder del gobierno, nos damos cuenta que ésta situación de hambre y desempleo es creada perversa e intencionalmente, a fin de evitar a toda costa el nacimiento de nuevos liderazgos, en el seno de organizaciones civiles para hacerle contrapeso al gobierno. Esta estrategia tiene como objetivo la permanencia en el poder de parte de la administración de turno a base de la pobreza popular. Como parte de esas consecuencias, tenemos la notoria mediocridad en la educación primaria, secundaria, y superior a lo largo y ancho del país.
Este tipo malsano y pervertido de gobierno, tiene mucho sentido para la administración de turno, puesto que son las personas con mucho tiempo libre, relativamente estables económicamente, que tienen el tiempo para analizar la situación política del país con el fin de crear ideas y actos de protesta.
Tenemos que entender que el secreto principal de un gobierno totalitario de izquierda o derecha, consiste en debilitar el espíritu público, hasta el punto de desinteresarlo por completo de las ideas y los principios con los que hasta hoy se hacían las revoluciones. Este espíritu se debilita fácilmente con la domesticación por medio del embrutecimiento de la sociedad, reduciendo el interés por la educación y cultura cambiándola por el espectáculo, el vicio, y el mass media.
En Nicaragua, no es preciso quemar bibliotecas enteras como lo hicieron en la Argentina, porque al no existir el interés suficiente en la lectura y el conocimiento, se vuelve innecesario tomarse ese tipo de molestias. Esto fortalece el círculo vicioso de la entrada de un dictador y la salida de otro.
La falta de interés por la acumulación y difusión del conocimiento nos hace un pueblo fácilmente manipulable porque no sabemos nada más que lo que nos dan o lo que nos dicen. Por lo tanto, las conciencias y las voluntades de las personas se vuelven fácilmente manejables con cualquier regalía o piñata puesto que no estamos acostumbrados a cuestionar el porqué de las cosas.
En Nicaragua, somos un pueblo que exige democracia cuando ni siquiera nos preocupamos por saber en qué consiste la democracia ni para qué sirve. Exigimos el cumplimiento de nuestros derechos cuando ni nos molestamos por conocerlos ni saber en qué consisten. Comprendamos que la indiferencia hacia el conocimiento nos debilita el carácter como pueblo y nos resta independencia de pensamiento.
De esa misma forma, como no nos interesa saber cuáles son nuestros derechos como seres humanos, ni por qué los tenemos, ni para qué son, no nos interesará nunca votar como derecho constitucional, porque al final lo que la gran mayoría de los nicaragüenses piensan es que “como el gobierno no me da de comer, entonces ¿para qué votar?”
Con esa mentalidad, pensamos que si el presidente de turno nos pone una escuela o pavimente una calle por nuestra casa, creemos que hay que estar agradecido (porque el nicaragüense es agradecido), y no pensamos que esa es su obligación y que para eso pagamos impuestos.
Es por esto que con esta realidad, me atrevo a decir que Nicaragua si sigue así, nunca prosperará, la juventud no será nunca el futuro y la salvación de este pueblo se alarga cada vez más, porque forma parte de una generación indiferente y cada día más embrutecida. La juventud prefiere entregarse a las frivolidades del entretenimiento vacío que leer un libro.
A este paso, podemos verificar, que como pueblo nos estamos hundiendo cada día más en un hoyo del cual, sin despertar, jamás podremos salir. No es posible pensar en el derecho al voto como derecho humano si ni siquiera contamos con una calidad de vida decente. Se pretende el hecho que Nicaragua no es más que una población con el cerebro adormecido, y no se puede opinar de otra forma si nuestro sistema educativo y cultural es deficiente. Además, tenemos aparentemente conciencias comprables con cualquier prebenda puesto que no hay otra opción para sobrevivir. A este paso, no sólo este país estará condenado a nunca surgir, sino a no conocer jamás nada mejor porque estaremos heredando este círculo vicioso de generación en generación.
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